Señores directores de AFP
Pablo Ortúzar Antropólogo social, investigador Instituto de Estudios de la Sociedad
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Pablo Ortúzar
¿Cómo será una reunión de directorio de una AFP? A veces se me ocurre como una fiesta en Versailles. Los directores, todos parecidos a Luis XVIII, se saludan con reverencias y bailan el minué con zapatos de taco. Otras veces creo que cuando la cabeza en frasco de Elon Musk conquiste Marte, se topará con los directorios sesionando. Finalmente, en los malos días, me los imagino como parte del universo donosiano: una variación de la familia Ventura.
Lo único que tengo claro es que, sean como sean, no entienden lo que está pasando en Chile. Que, nerudianamente hablando, están como ausentes. Que nos oyen desde lejos y nuestra voz no los toca. Y no sé cuántos años luz deba viajar este mensaje hasta que puedan leerlo, ni si entienden el castellano, pero siento el deber de al menos dejar un registro de lo que nos llevó a la miserable situación actual.
El sistema de capitalización individual, a diferencia de su primo tonto de las isapres, funciona. Aumenta en el tiempo los ahorros de los afiliados. Es mejor que guardar plata debajo del colchón o andar con un cinturón con barras de oro y pistola al cinto a la Rimbaud. Es mejor que el sistema de reparto tipo piñata macuquera que teníamos antes. Pero no funciona como prometieron que lo haría: la mayoría de los chilenos no puede vivir sólo de sus pensiones después de jubilar.
Yo sé, lo tengo claro: en mayor medida esto no es culpa de las AFP. La generación que se jubila ahora fue mucho más pobre que las generaciones de hoy. Están llenos de lagunas. Y nadie pensó que la esperanza de vida aumentaría tanto en tan poco tiempo. Sé que cuando se fijó la edad de jubilación de los hombres en 65 años, su esperanza de vida era 63. Es como si hoy nos jubiláramos a los 80. Entiendo que son un “Mercedes Benzzz” metido en una huella de caballos selvática. Pero eso no explica que la gente las deteste.
La gente las odia porque nunca se la han jugado por ella. Porque saben que su sistema de comisiones podría ser mucho más justo, pero les da igual. Porque se supone que son instituciones dedicadas a preocuparse por la previsión de los chilenos, pero están mucho más preocupadas del mercado de capitales. Porque no parece importarles que las pensiones que el sistema arroja no sirvan para vivir. Porque nunca han hecho propuestas de reforma que se orienten a ver cómo nos hacemos cargo de los mayores. Porque vemos a los directorios forrarse, mientras muchos viejos andan buscando rastrojos en las ferias.
Por años de años ustedes —las AFP— dijeron: “Esto es porque la gente no entiende el sistema. Si lo estudiaran bien, verían”. Pero su rol social, la expectativa, iba más allá de las rentas: ustedes eran un gigante, un Leviatán económico formado por los pequeños ahorros de los trabajadores chilenos, que podría haber sido su campeón y su voz frente al poder y sus instituciones. Pero, en vez de eso, se contentaron con acotar su papel a sacarle pesitos a los pesitos, asumiendo que el problema previsional era tema de otros. Y ahora ha llegado la noche.